EL VERDADERO AMOR
Uno de los pasajes más conocidos de las palabras del Señor Jesús es quizás éste: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (Mateo 11:28-30). En ellas se expresa Su voluntad de entregarlo todo por nosotros, de llevar sobre Él, en la cruz, no sólo nuestros pecados sino también nuestras enfermedades e infidelidades, todo claramente descrito por el profeta Isaías: "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros." (Isaías 53:4-6)

Ante esta obra de gracia, de entrega voluntaria, de pagar por algo que él no había hecho, no nos queda otra cosa que, si la fe habita en nosotros, que darle gracias y ser fieles a lo que Él nos pidió: que lleváramos Su Yugo. Pero la forma en que lo expresa indica mandato, mandamiento, obligación, por lo que es algo que no hay que dejar de lado, sino prestarle importancia.
Pero, ¿a qué se refiere con Su Yugo?.
La definición que da el diccionario de la Real Academia de la Lengua sobre esta palabra tiene las siguientes acepciones o definiciones:
1. m. Instrumento de madera al cual, formando yunta, se uncen por el cuello las mulas, o por la cabeza o el cuello, los bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértigo del carro, el timón del arado, etc.
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3. m. Ley o dominio superior que sujeta y obliga a obedecer.
4. m. Carga pesada, prisión o atadura.
En principio, según lo que parece a simple vista, indica una carga, un peso que sostener y la obligación de un trabajo a realizar. Pero Él en ese pasaje nos ofrece descanso, una vía para descargar nuestras ansiedades, preocupaciones y demás problemas. Parece como si fuera contradictorio, ¿verdad?. Pero vamos a ir paso a paso.
Primeramente, nos dice que Su yugo es fácil y ligera Su carga. O sea, que no nos manda o nos somete a prisiones, ataduras o, incluso, tentaciones más allá de lo que podemos soportar (1 de Corintios 10.13). Él vino a darnos libertad, no ataduras. Pero otra cosa muy distinta es que nos prometiera que una vez nacidos de nuevo, caminando la senda abierta por la entrega de Su Sangre preciosísima, este iba a ser un camino de rosas. No, sino que nos dijo lo siguiente: "Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre. El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro, y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¿cuánto más a los de su casa?" (Mateo 10:22-25).
Pero no nos ha dejado solos. No. Es momento de volver a la primera acepción del diccionario sobre yugo que habla que es un instrumento de madera que forma una yunta. Este término se refiere a la pareja de animales, de bueyes u otros, que se utilizan para las labores agrícolas o de carga. O sea, que hay dos animales. Si es así, y uno nos pide que seamos nosotros, el otro debe ser Él, pues es Su yugo.
Por un lado, Él nos ha liberado, nos ha ofrecido descarga. Por otro lado, nos manda que le acompañemos en la carga, pero ésta es ligera. Obviamente, nosotros no podemos llevar la carga del pecado; ¡ni podemos llevar la nuestra!, pues si fuera así, en el juicio somos reos de muerte, porque todo incumplimiento de la ley conlleva el castigo de la muerte (Romanos 6.23). Pero hay otro mandamiento que Cristo nos da y habla precisamente de la carga: "Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo." (Gálatas 6:2). La Ley de Cristo es una ley de Amor, de Verdadero Amor, que no pide nada a cambio, porque él nos amó y entregó su vida por amor a nosotros, no porque nos pidiera que el amásemos primero, sino que voluntariamente y solo, desamparado, abandonado, entregó Su Vida por Amor. Esa ley pura y sin mancha, tiene una consecuencia en aquellos que la han aceptado, desechando al pecado y antiguas maneras de vivir: "En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos." (1 Juan 3:16)
Sobrellevad las cargas y poner nuestras vidas por nuestros hermanos, forma parte del Nuevo Mandamiento de Amor y de un nuevo sacerdocio según el orden espiritual de Melquisedec (Hebreos 7): "Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros." (Juan 13:34-35)
Así que, Su carga, Su yugo, Su mandato, es un acto de Amor. Primeramente, cambió la Ley del Pecado, por una Ley de Gracia, abriendo un camino nuevo por el que seguirle. Una vez que le hemos aceptado, ya no nos dejará solos, pues nos acompañará y guiará, pues no en vano, nos dijo: "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros." (Juan 14:16-17). "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber." (Juan 16:13-14)
En ese acto de amor, ahora nosotros debemos seguir los pasos de Su Amor; debemos preparar la tierra de otras personas, de arar, pues una de las razones por la que se usaban los yugos eran para sujetar y tirar del arado. Es ahora tiempo para predicar la palabra, de ser útiles para Dios, de saber corresponderle con otro acto de amor, esta vez de reflejo del suyo, que sean capaces de ver en nosotros parte de ese Amor y ser Luz para los que andan en oscuridad (Mateo 5.14). También de ser parte de un mismo cuerpo (1 de Corintios 12.27), ayudándonos y sirviéndonos unos a otros, sobrellevando las cargas, amándonos como un mismo ser.
Como hemos visto en el pasaje del Evangelio de Juan, capítulo 16.13-14, el Espíritu Santo es el que nos guiará y nos dará la sabiduría para apartarnos del mal. Asimismo, también tenemos al resto del Cuerpo de Cristo, para sernos de ayuda y guía. Esto lo veo representado de una forma muy gráfica en mi propio cuerpo; me gusta mucho montar en bicicleta y practico mucho Cycling o Spining en el gimnasio. Por esta razón, la musculatura de las piernas es de las que más desarrollo tienen en el cuerpo. Sin embargo, veo algo extraño; los músculos del muslo de la pierna derecha son diferentes a los de la pierna izquierda. Obviamente, soy diestro. Aparentemente pedaleo igual con las dos piernas, pero sin darme cuenta, con la derecha hago mayor esfuerzo y por eso está distinta. La otra pierna parece que sólo acompaña a la derecha. Eso mismo lo puedo extrapolar al yugo, pues aunque hay dos que tiran, uno es el que lleva todo el esfuerzo, el que se lleva la carga, haciendo que para el otro sea más ligera.
EL YUGO DE CRISTO

No quiero dejar atrás las otras dos acepciones de la definición de yugo:
La de sujeción y obediencia a una ley superior, como ya hemos visto, pero también hay que verlo en el sentido de tener especial cuidado para no desobedecerla: "No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?" (2 Corintios 6:14). Si nos apartamos de la Ley, Dios dejará libre este lugar para que lo ocupe otro y ahora somos nosotros los que tiramos, los que nos cansamos y andamos sin guía y luz, pudiendo ir a algún precipicio o quedar embarrancados en cualquier lodazal sin posibilidad de salir.
Esto nos lleva a la otra acepción: la de ser una prisión, atadura o carga pesada: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo." (Gálatas 5:1-2). Pero no sólo con respecto a la sujeción a la Ley mosaica, sino, por supuesto, a la ley del mundo y a sus seducciones. ¡Libres somos, no nos volvamos a encarcelar nosotros mismos!.
Por último, me gustaría dejar una advertencia que el profeta Oseas nos deja, para cuando quiera alguien, de forma gratuíta, por amor, venir a arar tu tierra y a ofrecerte comida espiritual para salvación de tu alma y tú no lo recibas: "Yo con todo eso enseñaba a andar al mismo Efraín, tomándela de los brazos; y no conoció que yo le cuidaba. Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida. No volverá a tierra de Egipto, sino que el asirio mismo será su rey, porque no se quisieron convertir." (Oseas 11.3-5). Esto, desgraciadamente, traerá consecuecias, aunque no se vean ahora, pero espiritualmente hay un antes y un después de cuando la Palabra nos es predicada y se rechaza. La Biblia lo describe como endurecer la cerviz (Jeremías 7:26 o 17:23), o sea, la parte trasera del cuello, que es donde caería el yugo.
Por favor, seamos sensibles a Dios y no le cerremos las puertas; Él trae un mensaje de Amor y promesa, no de engaño y esclavitud.