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EL TERCER CIELO

En varias partes de la Palabra de Dios habla de cielos, en plural, por lo que denota la existencia de más de uno. Esto puede llevar a preguntarnos cuál es su significado o qué quiere Dios decirnos con esto. La cuestión, se complica más cuando leemos este versículo:

 

"Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo." (2 Corintios 12.2).

 

Por lo tanto, si hay un tercer cielo, obviamente ha de haber un primero y un segundo.

 

Vamos por lo tanto, para establecer un orden, a analizar con las Escrituras el significado espiritual de cada uno de estos cielos.

 

EL PRIMER CIELO

 

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron, y el mar ya no existía más." (Apocalipsis 21.1)

 

La Palabra ya nos habla de un primer cielo, junto con una primera tierra. Como vemos en este versículo, este primer cielo y tierra son pasajeros, pues encuadrando este versículo, en su contexto, vemos que, es precedido de la narración del Juicio, mostrándonos una nueva tierra espiritual, donde Cristo es el Rey como veremos más adelante.

"El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán." (Mateo 24.35)

 

Por lo tanto, el Señor nos hace ver que este cielo y tierra son mundanos, terrestres. Sin embargo, no se está refiriendo solamente al cielo y tierra físicos sino a un cielo y tierra espirituales, donde se ha de permanecer por un tiempo.

 

Así, este mundo, este cielo y tierra son "provisionales". Espiritualmente se nos muestra como un campo de batalla continuo, donde se desarrolla y lucha por la salvación – perdición de nuestras almas. Son batallas espirituales, tal y como Pablo nos explica en Efesios 6.12: "Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.". Éstas sólo pueden ser vencidas por la Gracia de Dios, aceptando la muerte y Resurrección de Jesucristo y poniéndolo por obra, tal y como se expone en los versículos siguientes de este capítulo. Este versículo habla de regiones celestes, de varios cielos donde domina la Maldad, lo cual analizaremos más adelante.

 

En esta tierra y cielo, el que domina es el pecado, la acción engañosa del príncipe de este siglo, Satanás: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2.1-3)

 

Por lo tanto, todos aquellos que espiritualmente no han recibido a Cristo en sus corazones, por Amor a su Santo Nombre, están desgraciadamente muertos en sus pecados, aunque sin tener conciencia, muchos de ellos, de la situación en la que se encuentran. Digo muchos de ellos, pues algunos, a los que se les ha predicado el Evangelio, han tomado conocimiento de lo que pide Cristo de ellos y, aun viendo la Luz, no han podido salir del estado de oscuridad espiritual en el que se encuentran por estar dominados por entero por el Enemigo, Satanás y demasiado arraigados al mundo.

 

También quisiera añadir que sólo en esta vida terrenal se puede pasar de un estado a otro, de un primer cielo a otros, segundo y tercero, pues tras la muerte carnal del hombre ya no hay posibilidad de cambio, pues todos iremos al Juicio de Dios: "Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio" (Hebreos 9.27). Un claro ejemplo lo tenemos en la parábola de Lázaro y el Rico (Lucas 16.19-31). En ella relata la pobreza (espiritual) de Lázaro y la riqueza (también espiritual) de otro hombre; los bienes recibidos en vida por este rico y los males (persecuciones y enfrentamientos por ir en contra del mundo) de Lázaro. Sin embargo, al producirse la muerte de los dos, uno va a Vida (Lázaro) y otro a Castigo Eterno (El Rico). Éste pide a Abraham misericordia, sin embargo Abraham le dice: "una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá." (Vers. 26). Como vemos, una vez concluido el tiempo presente de vida terrenal, ya no hay posibilidad de cambio, ya sólo quedará la Palabra de Dios, por la cual seremos juzgados.

Como analizamos, teniendo puestas nuestras miras en la Eternidad, en este Primer Cielo se está desde que se peca en este siglo, pues todo lo que hagamos tiene consecuencias en Ella. Así lo podemos ver en el siguiente pasaje: "Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas." (2ª de Pedro 3.10).

 

Mientras en Hebreos 9.27 se menciona una sola muerte, la Palabra habla de la muerte segunda (Apocalipsis 20.14 y 21.8). Esto nos abre la puerta para hablar de....

 

EL SEGUNDO CIELO

 

"sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos" (Romanos 6.13)

 

La diferencia entre un primer y segundo cielo tiene que ver con el paso del Señor Jesucristo por la tierra y por nuestras vidas; Él estableció Su Evangelio como medida de Juicio espiritual y como medio para acceder a la Salvación Eterna. El arrepentimiento de nuestra antigua forma de vivir, de juzgar conforme a nuestra moral (Génesis 2), cambiando nuestra mente y vida para adaptarla a la Justicia de Dios, produce en nosotros un cambio de muerte a Vida, un cambio en la esfera espiritual, un Nacimiento de Nuevo. El Señor también lo denomina como la Primera Resurrección

"Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años." (Apocalipsis 20.6).

 

Más adelante hablaremos de la Segunda Muerte y de su significado y trascendencia espiritual en los cielos. Respecto a los mil años de reinado, tiene un significado espiritual para referirse al período de Vida Eterna en la tierra, es decir, al tiempo terrenal desde que recibimos a Cristo hasta que morimos físicamente o, hasta que dejamos de serle fieles al Señor, desviándonos tras nuestra antigua forma de vivir. Estos mil años, dice la Palabra, que son como un día: "Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día." (2 Pedro 3.8), como un abrir y cerrar de ojos. Así son nuestras vidas desde la perspectiva de la Eternidad.

 

El capítulo 2 de la Primera Carta de Pablo a los Corintios deja claro este proceso de cambio espiritual, del cual me gustaría resaltar a modo de ejemplo el versículo 12: "Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido". Este cambio ha de ser radical, de muerte al viejo hombre: "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría" (Colosenses 3.5), o sea, las cosas del primer cielo, para que uno nuevo actúe en nosotros como Señal de pertenencia a un nuevo orden espiritual, acorde con un nuevo cielo: "y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno" (Colosenses 3.10).

 

Podemos pensar que una vez alcanzada la Vida ya vencimos totalmente al Maligno, pero Cristo nos recuerda lo siguiente: "mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo" (Mateo 13.13).

 

Quiero también apreciar una característica importante con respecto a la Tierra y su propósito, porque así lo tiene para Dios y es: “Porque así dijo Jehová, que creó los cielos; él es Dios, el que formó la tierra, el que la hizo y la compuso; no la creó en vano, para que fuese habitada la creó: Yo soy Jehová, y no hay otro.” (Isaías 45.18).

 

Por lo tanto, la tierra antes estaba vacía y en desorden: Jeremías 4.23-25: “Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en ellos luz. Miré a los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron destruidos. Miré, y no había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido.”.

 

Volvamos por un momento al concepto del primer cielo, pues el pecado, el desorden, es por causa de la ausencia de luz y hombre en la tierra.

El Señor nos muestra que Su intención es que en este mundo haya luz, que more hombre sobre ella. Sabemos que Cristo es la luz del mundo (Juan 8.12) y es el Hijo del Hombre (Mateo 18.11). Nosotros, si seguimos a Dios y a Su luz, también seremos luz (Mateo 5.14 – 1 Tesalonicenses 5.5) e hijos de Dios (Juan 1.12-13).

 

Recapitulando, como hemos visto hasta ahora, el paso de un primer cielo a un segundo, conlleva un acto de arrepentimiento y cambio por la acción salvadora de Nuestro Señor Jesucristo. Pero aquellos que han pasado, de forma espiritual, de un lado a otro, por el camino abierto por Su Sangre (Hebreos 10.19-20), por recibirle, son luz al mundo e hijos de Dios. Pero… ¿todo queda ahí?, ¿no hay nada más que hacer tras el paso de un cielo a otro?, ¿para qué entonces somos luz?.

 

Dios nos recuerda que tenemos una misión y es la de predicar Su Evangelio a todas las naciones (Mateo 24.14), o sea, en toda la tierra. ¿Dónde y a quienes?, pues a los que necesitan ser encaminados hacia la luz y recibir a Cristo como Salvador y no se pierdan. Y esto se desarrolla, como ya sabemos, con los que, espiritualmente, se encuentran en el primer cielo.

 

Nadie pone en oculto la luz encendida, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.” (Lucas 11.33)

 

Y… ¿Si no nos reciben?, ¿Qué ocurre con ellos?

 

Vamos a ver lo que dicen estos dos versículos:

 

"Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda." (Apocalipsis 21.8)

 

"Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda." (Apocalipsis 20.14)

 

El Señor nos deja claro que aquellos que no se hayan arrepentido de su forma de vivir, aquellos que no hayan aceptado el Amor de Dios, aquellos terrenales (fornicarios, hechiceros, idólatras... espirituales) no pasarán a Vida Eterna. Esta es la Muerte Segunda, en la que estaba el rico en el pasaje antes comentado. Allí "...será el lloro y el crujir de dientes." (Mateo 13.42). Por lo que, además del primer cielo, esta muerte segunda, conlleva el paso a otra esfera espiritual, otro “cielo”, el que conocemos como Infierno (Mateo 23.33).

 

Por lo tanto, hay una sola muerte física tras la cual se produce el Juicio de Dios y aquellos que no sean justificados en el Tribunal de Cristo (Hechos 10.42) pasarán a Muerte Espiritual Eterna: "Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo." (2ª de Corintios 5.10)

Por lo tanto, desde que se produce en nosotros la Primera Resurrección, habiendo pasado del primer al segundo cielo, tendremos vida en....

 

EL TERCER CIELO

 

Continuando con el versículo que nos llevó a analizar el significado de los distintos cielos (2 Corintios 12.2), los inmediatamente siguientes nos dan la pista para comprender de qué estado espiritual habla Pablo:

 

"Y conozco al tal hombre (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe), que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que no le es dado al hombre expresar. De tal hombre me gloriaré; pero de mí mismo en nada me gloriaré, sino en mis debilidades " (2 Corintios 12.3-5)

 

Este hombre del que habla es él mismo, Pablo. Describe un estado de arrebatamiento de este Hombre interior, el Justificado por Cristo, el que disfruta del Espíritu de Dios, Perfecto, como el mismo Cristo, el cual puede presentarse delante de Dios, en la Eternidad, desligado de la carnalidad que nos ata a este Mundo.

 

Salvo que el Señor nos arrebate como hizo con Pablo o con Juan cuando nos relata el Apocalipsis (Cap. 1, Vers. 10), o en la visión que tuvieron Pedro, Santiago y Juan, cuando el mismo Cristo se transfiguró delante de ellos (Mateo 17.1-13), disfrutaremos de este Tercer Cielo cuando muramos físicamente y pasemos victoriosos el Juicio de Cristo. Allí ya no habrá más engaño del Maligno para intentar llevarnos, los que hemos conocido la Luz, a la Muerte: "Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron." (Apocalipsis 21.4)

 

Este Cielo es la Nueva Jerusalén, Sión: "Y me llevó en el Espíritu a un monte grande y alto, y me mostró la gran ciudad santa de Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios" (Apocalipsis 21.10)

 

Seamos fieles a Dios y al Evangelio Eterno de Su Hijo Jesucristo, Salvador nuestro, que por Amor a nosotros, entregó Su Vida, aun siendo el único Justo, para que con ello pudiéramos tener abierta la puerta a Dios Padre y ser justificados en Su Tribunal. Demos a conocer en la tierra la Misericordia de Dios para que muchos y muchas puedan disfrutar de la Vida en el Tercer Cielo, por los siglos de los siglos.

 

Gloria a Dios y Bendito Su Santo Nombre.

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