EL VERDADERO AMOR
EL MIRAR ATRÁS

Viendo el Facebook de un amigo, me encontré con esta imagen. En ella se describe la diferencia entre el camino que tenemos por delante y el que hemos dejado atrás, en nuestra vida cristiana. Si verdaderamente, de corazón, nos hemos arrepentido, si nuestro actuar ahora es claramente diferente a como lo hacíamos antes, nos habremos convertido no sólo en oídores, sino en hacedores de la Palabra, del mensaje de Salvación de Nuestro Señor Jesucristo. Pero, como bien sabemos, el Enemigo no nos quiere ni nos va a dejar tranquilos en nuestro andar en el Camino de la Salvación.
Ese espejo retrovisor del que se habla, tiene un doble sentido. Por un lado nos encontramos con el mensaje que claramene nos quiere comunicar la imagen, el de no mirar atrás, como dice 2 de Corintios 5.17: "de modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas". El de que tenemos por delante una vida diferente y no debemos dejar que los recuerdos, las tristezas, amarguras o los deseos y concupiscencias del pasado nos atrapen y perdamos la oportunidad que se nos abre por delante.
Santiago 1.21 dice: "Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.". Expresa un poder, por lo que es una facultad o voluntad de querer o continuar con firmeza y decisión.
Pero, ¿por qué Dios no nos quitó ese espejo retrovisor de una vez para que toda tentación o pecado fuera echado para siempre de nosotros y podamos vivir una vida en santidad, sin tropiezos?. Porque Dios busca en nosotros ese compromiso, esa voluntad de quererle y cumplir Su Palabra. Desea que nosotros clamemos a Él, que nos consideremos "humanos", imperfectos y débiles y que sin Su intercesión, sin las armas espirituales que pone a nuestra disposición, no podremos superar la prueba: 2 de Corintios 12.9 "Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo."
Pero, al igual que cuando estamos en la carretera que no estamos todo el rato pendientes del espejo retrovisor, porque corremos el riesgo de tener un accidente, al despistarnos, en nuestra caminar cristiano ocurre lo mismo. Recordemos lo que le ocurrió a la mujer de Lot (Génesis 19.26) que se convirtió en estatua de sal por escuchar, pero no cumplir la advertencia de no mirar atrás ante la destrucción de Sodoma y Gomorra. Esa parálisis espiritual, ese choque accidentado, puede causar la muerte definitiva.
2 de Pedro 2.20-22 no deja lugar a dudas de las consecuencias de ese accidente: "... si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno."
Sin embargo, los espejos retrovisores tienen una excelente función, la de poder mirar y vigilar lo que nos ocurre en todos los ángulos, a nuestro alrededor, para que podamos tomar conocimiento de los posibles peligros. Nuestros ojos han de estar abiertos y nuestros sentidos puestos en reconocer aquello que es o no de Dios (Hebreos 5.14), para que, cuando queramos cambiar de carril, para adelantar, para sacar de nuestra vida cosas que debemos dejar atrás, en ese proceso de circuncisión espiritual, para crecer poco a poco a la altura del varón perfecto que es Cristo, podamos hacerlo con todas las garantías y también podamos seguir bien las líneas espirituales, las pisadas de Cristo (1 de Pedro 2.21), para no desviarnos ni a derecha ni a izquierda (Isaías 30.21) y así no salirnos del camino.