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LA MUERTE Y SEPULTURA DE MOISÉS

Desde el momento en que una persona se convierte a Dios de todo corazón, por medio de Jesucristo, es justificado mediante la Gracia y el Perdón de los pecados por Aquél que cumplió la Ley y nos enseñó a cumplirla: "Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo" (Gálatas 5.14).

 

Con Cristo fue crucificada la sentencia que estaba dispuesta para nosotros, por no cumplir, no sólo espiritualmente, sino también físicamente, la Ley dada por Dios a Moisés, pues recordemos que "cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos." (Santiago 2.10).

 

Esto no quiere decir, tal y como Pablo lo describe en la carta a los Romanos, que la Ley quede invalidada, pues ésta tiene un significado espiritual y por el Mesías Salvador la cumplimos.

 

Es importante, por tanto, que entendamos que la muerte y sepultura de Moisés no representa la abolición espiritual de la Ley, pero si rompe con el viejo sistema, por el que la humanidad busca ser agradable a Dios afanándose en guardar normas que nos van a resultar imposibles de cumplir. En todos nosotros se debe producir este cambio, por el que somos salvos por la Fe, y cumplimos la Ley de Cristo, que es Amor, por Amor y no por creernos merecedores de la Salvación, intentando ganárnosla por medio de hechos y obras. "Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley. De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído. Pues nosotros por el Espíritu aguardamos por fe la esperanza de la justicia; porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor. Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad?" (Gálatas 5.3-7). 

 

En este artículo, vamos a centrarnos en comprender el proceso que se produce en todo aquel que busca a Dios, recibe a Cristo en Su Corazón, y siente como es liberado de la esclavitud del mundo, para alcanzar la Libertad a través del Espíritu Santo. Para ello, vamos a analizar el Capítulo 34 del libro de Deuteronomio, donde se nos narra la muerte y sepultura de Moisés, quien es relevado al frente del pueblo de Israel por Josué:

 

"Subió Moisés de los campos de Moab al monte Nebo, a la cumbre del Pisga, que está enfrente de Jericó; y le mostró YHWH toda la tierra de Galaad hasta Dan, todo Neftalí, y la tierra de Efraín y de Manasés, toda la tierra de Judá hasta el mar occidental; el Neguev, y la llanura, la vega de Jericó, ciudad de las palmeras, hasta Zoar." (1-3)

 

Moisés, siervo de Dios, a quien Él le entregó la Ley para que se la mostrase a todo Su Pueblo, comprende que, tal y como hemos visto en la introducción de este artículo, la Ley les ha llevado hasta la tierra de Moab, territorio de los descendientes de Lot, y que, por tanto, representa a la religión; Lot, que también era siervo de Dios, a diferencia de Abraham, quiso habitar en una ciudad, en Sodoma, es decir, en una religión, apoyándose en ésta para no caminar sólo y sentir el calor de otros hombres. Pero Dios, prefiere que el hombre esté libre para poderse dejar llevar de Él, teniendo una relación personal y directa que le permita entender por él mismo, por el Espíritu, las maravillas del Creador, conocer Su Voluntad y transmitirla. Por esto Moisés sube al monte Nebo, a la Cumbre, fuera de los campos de la religión, donde sólo Dios habita y en donde escucha directamente, y en soledad, la Voz de Dios.

 

Nebo significa "altura", pero también se traduce como "que anuncia o profetiza" y realmente allí Dios, que habita en las alturas, le muestra la tierra prometida y le explica lo que va a hacer con él y con Su Pueblo.

 

Respecto a la tierra prometida, vemos que no es uniforme, que existen valles, desiertos, zonas montañosas, vegas, es decir, terreno de cultivo.... Con esto el Señor nos quiere decir que una vez que pasemos el Jordán, es decir, que nazcamos de nuevo, vamos a tener una tierra preciosa, donde fluya leche y miel, pero no va a ser una tarea sencilla, sino de lucha, donde habrá períodos de sequía, de abundancia, de circuncisión, de problemas... pero que, con la ayuda de Dios, venceremos todas las adversidades y tendremos el galardón que nos ha prometido: la Salvación.

 

"Y le dijo YHWH: Esta es la tierra de que juré a Abraham, a Isaac y a Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré. Te he permitido verla con tus ojos, mas no pasarás allá." (4)

 

El Antiguo Pacto, es la promesa del Nuevo, es la predicación de la venida del Mesías Salvador, de Emanuel (Isaías 7.14), de Dios con nosotros. O sea, que el cumplimiento lo tenemos en Jesús. La Ley queda ineficaz para conseguir la finalidad de nuestra vida, la Redención. Dios nos promete una nueva tierra, espiritual, donde estaremos firmes y bendecidos en los brazos del esposo, siempre que nos sujetemos a sus directrices.

 

El Dios de Abraham, Isaac y Jacob es un Dios de vivos, no de muertos, por lo que la Ley que es muerte, ha sido cambiada por otra para Vida Eterna: "Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte" (Romanos 8.2).

 

Dios predica la Salvación desde el primer versículo de la Biblia. Todo aquel que no tenga ojos para ver, no verá el verdadero significado de la Promesa ni al Mesías, el Cristo. Aquel que Dios le haya dado estos ojos, verá y comprenderá que le es necesario aceptar a Jesús como Salvador, naciendo de nuevo (Juan 3). La Ley nos acerca a Cristo, es el ayo del que nos habla Pablo en Gálatas 3.24-26: "De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús". Así, con ella veremos al Señor, pero no con ella alcanzaremos la Salvación.

 

Esta situación nos la deja entrever el Señor cuando habla de la Parábola de Lázaro y el rico, pues dice en su versículo final: "Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos." (Lucas 16.31). El único que tiene la potestad para levantarse de los muertos es Cristo y nosotros por Él, pues ha vencido a la muerte. Así, los que no oyen ni ven ni entienden el Antiguo Pacto, tampoco, desgraciadamente, podrán adquirir el Don de la Salvación, pues no podrán aceptar al Mesías: "Cuarenta años estuve disgustado con la nación, Y dije: Pueblo es que divaga de corazón, Y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi furor que no entrarían en mi reposo" (Salmo 95.10-11)

 

"Y murió allí Moisés siervo de YHWH, en la tierra de Moab, conforme al dicho de YHWH. Y lo enterró en el valle, en la tierra de Moab, enfrente de Bet-peor; y ninguno conoce el lugar de su sepultura hasta hoy." (5-6)

 

Una vez que, como hemos visto, la Ley cumple su cometido, el de sernos guía para que conozcamos al Señor, queda ineficaz. Al ser ineficaz está muerta, desechada, en los términos que hemos visto anteriormente y, por lo tanto, debe ser sepultada. El Señor utiliza la tierra de Moab, que significa: Salida de su padre, deseo. Efectivamente la Ley proviene de Dios y Su deseo es que nos sirva para darnos cuenta de nuestra imposibilidad de alcanzar la Salvación a través de ella sino que debemos buscar otro medio, el único, el Camino de la Sangre del Santo de Israel, de Jesucristo. "Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios." (Gálatas 2.19)

 

Asimismo, la sepultura es puesta en frente de Bet-peor, cuyo significado es: Casa abierta, abertura. En el proceso de búsqueda de la Misericordia del Señor, una vez que nos hemos dado cuenta que por nuestra ley moral y la propia Ley de Dios es imposible Nacer de Nuevo, ser salvos para Dios, dando muerte y sepultura a ésta, tenemos enfrente el único camino abierto, el de Cristo, que está llamando a nuestra alma para que nosotros seamos los que le abramos la puerta y Él entre en nosotros. "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3.20).

 

Además el Señor incluye el detalle de que la sepultura no será encontrada. Con esta narración el Señor nos quiere advertir que éste es un Camino sin retorno; Ya que hemos conocido la Verdad, no vale entrar y salir, ahora si quiero obedecer al Señor y ahora no. No hay marcha atrás, pues no hay otra oportunidad de arrepentimiento: "Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno." (2ª de Pedro 2.20-22)

 

"Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor." (7)

 

Este versículo ha de verse espiritualmente con el siguiente pasaje:

 

"Y si el ministerio de muerte grabado con letras en piedras fue con gloria, tanto que los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro, la cual había de perecer, ¿cómo no será más bien con gloria el ministerio del espíritu? Porque si el ministerio de condenación fue con gloria, mucho más abundará en gloria el ministerio de justificación. Porque aun lo que fue glorioso, no es glorioso en este respecto, en comparación con la gloria más eminente. Porque si lo que perece tuvo gloria, mucho más glorioso será lo que permanece" (2ª de Corintios 3.7-11)

 

Efectivamente, la Ley es perfecta y nos describe la Perfección de Dios, pues el único que la puede cumplir es Cristo y nosotros a través de Él, entrando por el Camino de Su Gloria. Por lo tanto, la Ley contiene un impedimento para ser cumplida: nuestra imperfección. Por esta circunstancia Pablo continúa diciendo:

 

"Así que, teniendo tal esperanza, usamos de mucha franqueza; y no como Moisés, que ponía un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido. Pero el entendimiento de ellos se embotó; porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo no descubierto, el cual por Cristo es quitado. Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará. " (2ª de Corintios 3.12-16)

 

Este velo parte de nuestra propia mente, la cual quiere condicionar toda nuestra vida, dominarla y someterla a su criterio y juicio. Pero ella no es perfecta, pues está bajo los hilos invisibles de Satanás, que la engaña y usa para que caigamos en su trampa de maldad, convirtiéndonos en dioses, pues juzgamos lo que está bien o mal. Este velo nos impide establecer una relación personal con Dios, pues hasta que no sea muerta y sepultada esta forma de conducirnos, no podremos entrar por la Senda de la Perfección por la que es quitado el velo.

 

Ahora, con la muerte de Moisés, se muestra la Perfección de la Ley y todo su vigor, pues entramos en el primer día de nuestra vida.

 

Dios estableció un tiempo de vida para el hombre que, curiosamente, coincide con la duración de la vida de Moisés: "Y dijo YHWH: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años" (Génesis 6.3). Esta es la etapa espiritual de vida carnal y en pecado del hombre, independientemente del tiempo físico.

 

Más ejemplos de esta cantidad en el mismo sentido los tenemos en Hechos 1.14-15: "Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego, con las mujeres, y con María la madre de Jesús, y con sus hermanos. En aquellos días Pedro se levantó en medio de los hermanos (y los reunidos eran como ciento veinte en número)". En aquel entonces todavía no habían recibido al Espíritu Santo.

 

Este número lo podemos encontrar en otro formato; si dividimos 120 entre 30 días, tenemos 4 meses. Este período aparece en Juan 4.35-36 "¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega. Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna, para que el que siembra goce juntamente con el que siega.". Por lo que se está refiriendo a un período espiritual de maduración para dar el fruto de la Salvación.

 

Esta cantidad se puede a su vez dividir de la siguiente manera:

 

120 = 12 x 10

 

12: Representa a las 12 tribus de Israel, que son las que entran a formar parte de la tierra prometida, por lo tanto, son todos los que están inscritos en el Libro de la Vida.

 

10: Representa el tiempo que el Señor nos dedica y se nos muestra para que nos arrepintamos y sea aprovechado para rechazar nuestra vida anterior buscando Su Gloria.

 

Daniel 1.12-20 utiliza el número 10 para explicarnos como Dios intervino en su favor y en el de sus compañeros, primero mostrándose más fortalecidos por comer legumbres y agua (alimento espiritual de Dios) frente a la comida y vino del rey de Babilonia (sabiduría del mundo) durante 10 días. Además, finalizado este tiempo, este rey los encontró más fortalecidos y 10 veces más sabios que el resto de sus consejeros espirituales, pues la Sabiduría de Dios no tiene comparación con la del mundo.

 

10 son los justos llamados a la Salvación, aunque no atendieron y, por esto, Dios destruyó Sodoma. Él nos llama a las Bodas del Cordero y si aceptamos Su Invitación, seremos coronados de Gracia: "No se enoje ahora mi Señor, si hablare solamente una vez: quizá se hallarán allí diez. No la destruiré, respondió, por amor a los diez. Y YHWH se fue, luego que acabó de hablar a Abraham; y Abraham volvió a su lugar" (Génesis 18.32-33).

 

Apocalipsis 2.10 hace referencia a que tendremos tribulación por 10 días, lo cual nos hace ver que este tiempo significa el período de nuestra vida en el Señor en este mundo, reino de Satanás, porque él no quiere dejarnos escapar.

 

"Y lloraron los hijos de Israel a Moisés en los campos de Moab treinta días; y así se cumplieron los días del lloro y del luto de Moisés" (8)

 

Este lloro que se produce por el pueblo en los campos de Moab, en la tierra de Deseo, es el lloro o aflicción y anhelo que sufre nuestra alma porque se ha dado cuenta de su incompetencia e imperfección, y de que ahora tiene que producirse un cambio radical: "Porque la tristeza que es según Dios produce arrepentimiento para salvación, de que no hay que arrepentirse; pero la tristeza del mundo produce muerte." (2ª de Corintios 7.10). Debemos, por lo tanto, tener claro que no debemos mirar atrás, ya que si hemos dado el paso de querer dar muerte a nuestra antigua manera de vivir, ya no podemos desearla, pues: "Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal." (Génesis 19.26).

 

El siguiente paso, no es la libertad y madurez en el Señor inmediata, sino 30 días de espera, 30 días de diferencia que representan los 30 años que estuvo Cristo en la tierra antes de comenzar su ministerio (Lucas 3.23). Este tiempo debemos tomarlo como un período de aprendizaje y crecimiento espiritual que nos fortalezca en el conocimiento del Señor para no desfallecer en el Camino y llegar a recibir el Espíritu de Dios. "Bienaventurado el hombre a quien tú, JAH, corriges, Y en tu ley lo instruyes, Para hacerle descansar en los días de aflicción, En tanto que para el impío se cava el hoyo." (Salmo 94.12-13)

 

"Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como YHWH mandó a Moisés." (9)

 

Josué representa al nuevo hombre, ya no basado en el viejo orden de la Letra, de la Ley, sino en el orden del AMOR, el que derrama sin freno Nuestro Señor, ya que su nombre significa: Dios es salvación, El que se entrega. Ahora si vamos a estar preparados para poder cumplir los mandamientos de Dios, pues el Espíritu del Señor estará sobre nosotros y nos llevará a la Verdad, si nos dejamos guiar por Él, tal y como manda la Ley.

 

"Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido YHWH cara a cara; nadie como él en todas las señales y prodigios que YHWH le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel." (10-12)

 

La Ley, como dice el Señor, es Perfección. Contiene la propia Voluntad de Dios y como quiere Él que nos conduzcamos en este mundo, para que podamos vencer al Faraón de este mundo. Todo se cumple en el Mesías y todo lo podemos en Él.

 

Son significativas las palabras de Pablo: "mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo." (2ª de Corintios 11.9). Nosotros vamos a vencer al Maligno por reconocernos débiles, pues la fortaleza en nuestras propias posibilidades conlleva muerte, mientras la asunción de la imperfección y el pesar por nuestra situación nos salvará la vida y nos llevará a reconciliarnos con Dios:

 

"Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y mejor el día de la muerte que el día del nacimiento. Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. Mejor es oír la reprensión del sabio que la canción de los necios. Porque la risa del necio es como el estrépito de los espinos debajo de la olla. Y también esto es vanidad. Ciertamente la opresión hace entontecer al sabio, y las dádivas corrompen el corazón. Mejor es el fin del negocio que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu." (Eclesiastés 7.1-8)

 

En conclusión, la muerte de lo que representa Moisés era y es indispensable para que Israel (el pueblo de Dios) entre en la tierra prometida. En cada corazón debe producirse esta muerte y entierro para que sea Cristo el guía de nuestra vida.

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