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500 AÑOS DE ERROR: LA FE Y LAS BUENAS OBRAS

Hace no demasiado tiempo, en concreto el 1 de noviembre del año 1999, apareció en los medios de comunicación de todo el mundo, una noticia que me llamó bastante la atención. Podríamos titularla así: "LUTERANOS Y CATÓLICOS FIRMAN LA PAZ 500 AÑOS DESPUÉS DEL CISMA CRISTIANO", tal y como se publicó en un conocido periódico de mi país. El titular hace referencia al acuerdo entre las religiones Católica y Luterana sobre la doctrina de la justificación, es decir, sobre los méritos necesarios para conseguir la Salvación.

 

Para comprender esta noticia tenemos que retroceder casi quinientos años en nuestra historia y situarnos en el día 31 de octubre de 1517, en el que Lutero publicó en Ausburgo las 95 tesis sobre las indulgencias, lo que provocó el conocido "Cisma de Occidente", es decir, la desmembración de la "Iglesia" en dos vertientes; la oficial, católica-romana y la protestante. Las tesis publicadas, en esencia, versaban sobre los méritos a cumplir para adquirir el mayor don de Dios, la Salvación. La postura oficial, católica, sostenía que, además de la Fe, una persona necesita hacer méritos, ganarse la Salvación, a través de sus buenas obras del mundo, como puede ser dar limosnas, mientras que la otra postura, la de Lutero y posteriormente la de todo el protestantismo, afirmaba que sólo y únicamente por la Fe Cristo nos regala la Salvación.

 

Las dos posturas encuentran base en las Escrituras:

 

  • Luterana: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna." (Juan 3.16), "Antes creemos que por la gracia del Señor Jesús seremos salvos" (Hechos 15.11), "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras para que nadie se gloríe" (Efesios. 2.8-9)...

  • Católica: "Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?" (Santiago 2.14).

Esta diferencia doctrinal, esencialmente, ha mantenido separados y en constante disputa, a las dos religiones. Ha sido objeto de innumerables guerras de religión, en las cuales murieron miles de personas, sin contar las que fueron objeto de torturas y juicios por la "Santa Inquisición".

 

Voy a tratar de analizar, de una forma muy rápida, la razón que tuvo Lutero para esgrimir estas 95 tesis; éste se encontraba en una sociedad europea en la cual, gracias a las "Bulas papales", se permitía todo. Éstas eran, para aquel que no las conozca, certificados emitidos por la Santa Sede que facultaban a su poseedor la exención de una obligación religiosa, o incluso ofrecerle la Salvación, mediante una contraprestación económica.

Lutero, que era monje agustino, repudió esa práctica y, basándose en el Mensaje de Salvación de Cristo, es decir, en las Escrituras, quiso reformar la "Iglesia", haciéndola girar de rumbo hacia el Evangelio. El catolicismo lejos de aceptar sus tesis, efectuó una huida hacia delante, lo que se denominó la "Contra Reforma", cuyos cimientos se fraguaron en el Concilio de Trento, del cual ya he hablado con anterioridad en el artículo sobre los libros Deuterocanónicos.

 

Pero volviendo al tema que nos ocupa, debemos ver como la considerada "Verdadera Iglesia de Cristo" ha cambiado de parecer, pidiendo públicamente perdón, dando la razón a Lutero. Hasta hace no mucho tiempo, con la publicación del nuevo "Catecismo de la Iglesia Católica" en el año 1995, perduraba esta doctrina, sin hablar del Concilio Vaticano II, fuente doctrinal de la "Iglesia" del siglo XX. La razón del cambio la encontramos en el "Ecumenismo", es decir, la intención de aunar bajo un mismo techo a todas las religiones cristianas, acercando posturas y limando asperezas doctrinales. Sin embargo, esta noticia no ha sido difundida dentro del catolicismo, todo lo contrario; si tu eres católico puede ser que no la conocieras, puesto que en las iglesias no se ha difundido este mensaje. La razón es obvia, no quieren reconocer su error y divulgar públicamente que Lutero estaba en la verdad.

 

Yo, que no soy ni católico ni protestante, sino que vivo en libertad en Cristo, tal y como lo hacían los primeros cristianos, miro este acuerdo desde afuera, basándome en las Escrituras, y te invito a que analices conmigo el pasaje de la discordia:

 

"Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan. ¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta." (Santiago 2.14-26).

 

Este pasaje ha de ser leído en su totalidad, no quedándonos en el primer versículo, pues, como ha ocurrido en este caso, puede llevarnos a confusión. Si nos fijamos en la parte que he resaltado, encontramos que Abraham, el padre de nuestra Fe, había sido justificado, además de por su fe, por sus obras. Ahora te pregunto: ¿qué obra fue la que realizó Abraham?. La respuesta es clara: quiso acatar la voluntad de Dios y ofrecer a su hijo, lo más querido que él tenía, en sacrificio a Dios, en la confianza de que Él se lo devolviera, ya que Dios le había prometido con anterioridad que, a través de Isaac, le haría padre de naciones: "Entonces dijo Dios a Abraham: ...en Isaac te será llamada descendencia." (Génesis 21.12). Abraham sabe que Dios no miente ni se contradice a si mismo, y que tiene el poder de devolver la vida a los muertos, es decir, que la OBRA en la que es justificado Abraham consiste en tener FE en la promesa de Dios.

 

¿Significa esto que, al no poder justificarnos en nuestras obras de caridad, un cristiano puede desentenderse del sufrimiento humano?. Evidentemente que no. Pablo, en la Carta a los Gálatas nos anima a hacer el bien: "así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos y mayormente a los de la familia de la Fe" (Gálatas 6.10).

 

El cristiano tiene, pues, la obligación de hacer buenas obras, no para ganarse la salvación, que Dios nos ha dado gratuitamente y por gracia con su muerte en la Cruz y su resurrección, sino por amor a Él y a los hombres. "si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu" (Gálatas 5.25). "Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para edificación" (Romanos 15.2).

 

Conviene reflexionar sobre la diferencia entre obras espirituales, hechas por fe, como la de Abraham; y obras materiales, o del mundo. Las obras del Espíritu dan frutos del Espíritu: "amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza" (Gálatas 5.22-23). Son lo que la Biblia define como Buenas Obras. Pero, ¿qué es, según Dios, lo bueno?."¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios" (Mateo 19.17). Por lo tanto, la obra buena es la obra de Dios, es decir, comunicar a los hombres el mensaje de Salvación, para que por Fe crean y sean herederos de Dios y copartícipes de la vida eterna. Esta obra de Dios es la única que da los frutos del Espíritu de que hablábamos antes.

 

Es mucho más que lo que normalmente definimos por buenas obras, a saber: ayudar al prójimo si está pasando por una necesidad material; no obstante el cristiano, como vimos antes, también está obligado a realizar este tipo de obras, puesto que estamos en el mundo y debemos paliar, en la medida de lo posible, el sufrimiento de toda persona, incluidos nuestros enemigos: "así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber" (Romanos 12.20), como nos enseñó nuestro Señor Jesucristo, que pasó por el mundo haciendo el bien, curando enfermos y paliando toda necesidad, tanto física como espiritual, de todo el que se encontró con Él. Su ejemplo lo siguieron los apóstoles y hoy en día todo aquel que se compadece y ama a su prójimo.

 

Pero no es lo único que debemos de hacer, pues esto atañe al mundo, son obras materiales, que ayudan a nuestro cuerpo, humano, que en un futuro será polvo, puesto que la materia con la que estamos formados es corruptible y morirá. Por otro lado, debemos tener claro que las buenas obras u obras del Espíritu, son opuestas a las obras o deseos de la carne (Gálatas 5.16-21) e incluso, en ocasiones, el mundo puede juzgar como malo una obra espiritual que vaya en contra de lo que la carne considera como bueno. Por ejemplo: un hombre de Dios siente que debe predicar el Evangelio mientras que su hijo está enfermo. Cualquiera dirá que ese hombre está desatendiendo a su hijo y que la caridad empieza por los de tu familia. Sin embargo, si lo miras desde el punto de vista espiritual, ese hombre, cristiano, tiene Fe, igual que la tuvo Abraham, en que Dios protegerá a su hijo y pone a Dios por encima de su amor humano. Aunque es difícil de entender, igual que nos resulta, según la carne, una aberración que Abraham estuviera dispuesto a matar a su añorado y querido hijo, las obras espirituales, de Fe, de servicio a Dios, no pueden discernirse por la razón, sino por el espíritu: "el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros" (Juan 14.17).

 

Como conclusión, cuando Santiago dice que no hay Fe sin Obras, se refiere precisamente a las Obras de la Fe, tener confianza en Dios, ponerlo por encima de tus prioridades, amarlo sobre todas las cosas, trabajar para Él, anunciar el Evangelio y tener la seguridad de que Él, por añadidura, también nos dará todo lo que necesitemos en nuestra vida.

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