EL VERDADERO AMOR
EL SEGUNDO MANDAMIENTO DE LA LEY DE DIOS

Los Mandamientos:
"Llamó Moisés a todo Israel y les dijo: Oye Israel, los estatutos y decretos que yo pronuncio hoy en vuestros oídos; aprendedlos y guardarlos, para ponerlos por obra" (Deuteronomio 5.1).
Una vez que Dios sacó a los israelitas de Egipto, librándolos de la esclavitud, les da unos estatutos y decretos, es decir, unas leyes, que el pueblo debe aprender y cumplir: los 10 mandamientos.
Todo hombre que haya sido salvado por Dios y librado de la esclavitud del pecado, debe conocer, aprender y cumplir este mandato del Señor: "no con nuestros padres hizo YHWH este pacto, sino con nosotros todos los que estamos aquí hoy vivos" (Deuteronomio 5.3).
Cuando un hombre cualquiera acepta la salvación que nuestro Señor Jesucristo compró con Su Sangre, entra a formar parte del pueblo de Dios y, por tanto, tiene la obligación de obedecer las normas que Él nos ha puesto: "no penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo, que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la Ley hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el Reino de los Cielos" (Mateo 5.17-19). Por otro lado, el Señor Jesucristo de nuevo vuelve a darle vigencia a los 10 mandamientos cuando se le presenta un joven rico preguntándole: "Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida guarda los mandamientos..." (Mateo 19.16-17).
Por tanto, no hemos de considerar los mandamientos de la Ley de Dios como algo que forma parte de nuestra tradición, algo pasado, sino que han de estar bien presentes y tomados como referencia constante en nuestra vida: "estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón. Se las repetirás a tus hijos, y les hablarás de ellas estando en tu casa y andando por el camino, al acostarte y cuando te levantes. Las atarás con una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; las escribirás en los postes de tu casa y en tus puertas" (Deuteronomio 6.6-8).
Obedecer a Dios es cumplir sus estatutos. Si no conoces sus leyes no puedes obedecerle y si no lo haces, debes saber que no eres su amigo: "Sois mis amigos si hacéis lo que yo os ordeno" (Juan 15.14).
Las imágenes: una consecuencia de la idolatría.
Cuando hace ya varios años un hombre me preguntó si yo conocía los 10 mandamientos, mi respuesta, categórica y contundente, fue que "SI". Mi asombro fue que ese hombre no pareció muy convencido, e insistió: "entonces, ¿cuál es el segundo mandamiento?". Con bastante socarronería, y plenamente confiado en mi tradición católica, contesté: "No tomarás el nombre de Dios en vano". Pensé que él se había vuelto loco del todo cuando me rebatió diciendo: "ese no es el segundo mandamiento" y me desafió: "¿no decías que todo el mundo conoce los 10 mandamientos?".
Hoy, me gustaría realizar esta misma pregunta: ¿has oído hablar de los 10 mandamientos?, ¿cuál es el segundo?. Y si, fiado en tu tradición, me respondes, como hice yo, "no tomes el nombre de Dios en vano" te diré, con rotundidad, que falsamente hablas, puesto que lo haces sobre algo que no conoces, ya que ese no es el segundo mandamiento.
Cuando me sucedió esto, estando, creo recordar con aquel hombre en mi propia casa, cogí una gran Biblia, que nunca había leído, y busqué los dos pasajes en los que Dios da a Moisés las Tablas de la Ley, pensando que por fin iba a dar un escarmiento a aquel amigo que siempre decía unas cosas "extrañísimas" sobre la Biblia y sobre Dios. Encontré el capítulo 5 del Deuteronomio y leí el primer mandamiento como algo archisabido: "No tendrás Dioses ajenos delante de mi". Lo que me habían enseñado desde pequeño. Bien, pensé yo, piso un terreno conocido. Sonriendo proseguí: "No harás para ti escultura ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas ni las servirás, porque Yo soy YHWH, tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y la cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos".
No podía creerlo, tuve que releerlo, mientras un montón de inquietantes dudas y preguntas nublaban mi mente. Cuestiones como éstas:
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¿Habrá un error de imprenta en mi lujosa Biblia?. Digo lujosa porque es un regalo que me hicieron de una edición limitada y costosa, con los filos de oro y una gran selección de fotografías y reproducciones de obras de arte, pinturas y esculturas, de temas religiosos: Cristos, Vírgenes y Santos.
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¿Le habrán vendido una Biblia extraña, no católica, a la persona que me la regaló?. Que tontería, me respondí a mí mismo; si la compró en la parroquia. Por si acaso, me aseguré, y vi que tenía la licencia de la Conferencia Episcopal Española.
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¿Por qué me enseñaron una versión de los mandamientos distinta?, ¿quién habría cambiado estos mandamientos?.
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¿Quién puede rectificar a Dios y cambiar Su Palabra?, ¿Jesucristo habría cambiado los mandamientos y no lo sabía yo?. Ya hemos visto antes que no, que Jesucristo ordena que los cumplamos y enseñemos a los demás.
Busqué una salida "airosa" a tan comprometida situación, mientras mi amigo esperaba tranquilamente en silencio. He de decir, en honor a la verdad, que su actitud fue humilde, respetuosa. No se burló de mi confusión, ni hizo frases del tipo: "te lo dije" o "yo tengo razón". Esperó a que yo hablara dándome tiempo a que me repusiera, aunque supongo que todos estos pensamientos pasaron por mi mente en menos de un segundo a pesar de que a mí se me hizo bastante largo.
Por fin dije: "reconozco mi extrañeza, pero creo que ese no es el segundo mandamiento, sino parte del primero aunque haya un punto aparte que los separe".
"Bien, dijo él, si forma parte del primero entonces, ¿cuántos mandamientos hay?", "Nueve", tuve que admitir después de haberlos contado y leído detenidamente. "Hay una cosa muy extraña" proseguí. "Siempre habría creído que el noveno mandamiento era: No desearás la mujer de tu prójimo, y el décimo: No codiciarás lo bienes ajenos, pero aquí lo pone seguido dentro del mismo mandamiento".
"Exacto", dijo él. "Al eliminar el segundo mandamiento, tuvieron que dividir el décimo en dos para que salieran las cuentas".
He querido contar esta anécdota, para que podamos comprender que una cosa es lo que creemos, lo que sabemos y otra lo que conocemos en verdad. Espero que leas y compruebes por ti mismo, tal y como yo hice en su tiempo, si es que tienes como yo una tradición católica, que lo que he dicho sobre los mandamientos es verdad. Me di cuenta que había basado mi relación y mi conocimiento de Dios en lo que otros me habían contado, leído, o interpretado de él, sin comprobarlo en la Biblia que es Su Palabra. Decidí comenzar a leer las Escrituras intentando no tener ideas preconcebidas de Dios, esperando hallarlo, y Él me halló a mí. Pero esto forma parte de otra historia.
Dios ha sido muy claro a redactar sus leyes. No matarás, No robarás, Honrarás a tu padre y a tu madre... es un código de conducta, un código ético, perfecto en su propia sencillez. El problema no es de comprensión racional, sino de aceptación. El hombre que no quiere cumplir un mandamiento, por ejemplo el Segundo, lo quita o, mejor dicho, lo esconde y no lo enseña a sus hijos; así, éstos, al no conocerlo, tampoco lo cumplirán ni, sobre todo, echarán en cara a su padre o madre el que desobedezcan a Dios, puesto que están engañados y no saben lo que están haciendo sus progenitores.
La palabra progenitor tiene un doble sentido:
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Físico: Padres o madres biológicos.
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Espiritual: Persona que ha predicado a otra el mensaje de Dios.
Es en éste último sentido como hay que definir la palabra en este escrito. Recordemos que Pablo en sus epístolas escribía a los gentiles, llamándolos "Hijitos" y los católicos llaman a su institución "La madre Iglesia".
Por lo tanto, en el pasaje antes narrado del Deutoronomio 6.6-8 cuando Dios ordena que repitas estas palabras, mandamientos, a tus hijos y les hables de ellas en todo momento, estando en tu casa y andando por el camino: Cristo, está diciendo que todo aquel que tenga hijos espirituales, que hayan conocido a Dios a través de él, tiene la obligación de enseñar todos sus mandamientos. Esto no es potestativo u opcional, sino obligatorio. La palabra de Dios no es pasajera o cambiable, sino eterna "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán" (Mateo 24.35).
Me gustaría reflexionar sobre este mandamiento, pidiéndole al Señor su Gracia y Espíritu, para llegar a toda Verdad, y que realmente se nos quede grabado en nuestras frentes y corazones haciendo que no nos desviemos de Su Camino.
Además de la Biblia, utilizaré un diccionario:
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"No harás para ti escultura ni imagen alguna de cosa que está arriba en los cielos, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.". El diccionario de la Real Academia de la Lengua define "imagen" como: Figura, representación, semejanza y apariencia de una cosa. Estatua, efigie o pintura de una divinidad o personaje sagrado. Por tanto, no nos está permitido hacer ninguna estatua o pintura de Dios, Virgen o Santos. Quien lo hace, desobedece la Ley de Dios y se enfrenta a Él. No vale decir que no tiene importancia, que solo es una representación, que no se hace mal a nadie con esta práctica, ya que si que se hace mal a alguien: a Dios.
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"No te inclinarás a ellas ni las servirás, porque Yo soy YHWH, tu Dios". Lo que nos aclara el Señor aquí es que no debemos adorarlas, rendirles culto ni devoción, puesto que con esta práctica caeríamos en la idolatría. El diccionario de la Lengua define "idolatría" como: Adoración que se da a los ídolos. E "ídolo" como: Imagen de una deidad, adorada como si fuera la divinidad misma. Pero no creamos que no se puede hacer imagen de Dios pero si de otros personajes sagrados ya que la segunda definición de idolatría es: Amor excesivo y vehemente a una persona o cosa, y de ídolo es: Persona o cosa excesivamente amada o admirada. Los "santos" y María, fueron personas buenas que amaron a Dios y están en su seno, pero no podemos caer en el amor excesivo, comparándolos con el mismo Dios.
Me gustaría recomendar las siguientes lecturas que muestran la Voluntad de Dios, confirmando este sentido:
Salmo 75
Salmo 135
Isaías 40.18 y ss.
Isaías 46
Jeremías 10.1-15
Éxodo 20.23
Apocalipsis 9.20
Esta es la postura de Dios, manifestada de forma exacta y sin paliativos para que la sigamos y la pongamos en práctica en nuestra vida. Pero, no queda ahí la cuestión circunscrita a la idolatría e imaginería, pues el Segundo Mandamiento, tiene otra vertiente espiritual:
La Imagen de Dios: Cristo, Su Evangelio.
A parte de lo visto anteriormente, del tema de las imágenes religiosas, el Señor quiere decirnos algo muy importante con este Mandamiento; quiere abrirnos el Camino hacia Él, mostrándonos que todo camino que no sea Su Evangelio es erróneo y está maldito.
Vamos analizar paso por paso el texto bíblico que lo contiene: Éxodo 20.4-6
"No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra."
Como antes hemos visto en la definición del término idolatría, lo que le molesta a Dios es que adoremos o demos culto a otro que no sea Él. Lo que está claro es que hay una expresa prohibición de hacer imágenes. Sin embargo, Dios nos muestra que nosotros estamos hechos a Su imagen y semejanza: "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (Génesis 1.26). Esto puede parecer que se contradice con el 2º Mandamiento, pues Dios claramente está en el cielo. Si nosotros estamos hechos a imagen de Dios, ¿qué es lo que prohíbe?.
Nosotros, nuestro hombre o mujer, está compuesto por Espíritu, Alma y Cuerpo. Este último sabemos que es pecaminoso y usado por Satanás, pues él domina nuestro pensamiento carnal y nos engaña sin que nos demos cuenta. El Espíritu del hombre es la parte que está preparada para relacionarse con Dios y sus deseos y pensamientos son incomprensibles para la mente humana. Por último, se encuentra el Alma. Ésta es una parte que está en relación con el resto. De lo que habite en ella, depende nuestra relación con Dios. Si en ella está repleta de cosas de la mente humana, del juicio del Bien y del Mal, el alma estará contaminada y muerta nuestra relación con Dios, pues Dios quiere que nosotros, en nuestra totalidad (Espíritu, Alma y Cuerpo) esté en completa sintonía con las cuestiones de Dios. Si, por el contrario, alimentamos nuestra alma con alimento espiritual, con Palabra de Dios, con la Doctrina de Salvación y negamos el juicio del Bien y del Mal, para hacer que la puerta que da al Espíritu sea la que esté abierta, Dios entrará a morar en ella y formará una unidad entre Su Espíritu, el nuestro, en nuestra Alma, formando una nueva criatura espiritual, la cual será imagen y semejanza de Dios. "Pero si nuestro evangelio está aún encubierto, entre los que se pierden está encubierto; en los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios." (2 de Corintios 4.3 y 4)
Dicho esto, ¿a qué se refiere en concreto Dios con no hacernos a imagen y semejanza de los que esté arriba en el cielo?
Nosotros, si estamos en plenitud con Dios, habiendo aceptado el Evangelio de Salvación, formamos parte de Su Pueblo Santo y habitamos ya en las regiones celestes, en la Jerusalén espiritual, en Sion. Por lo tanto, todo aquel que haya nacido de nuevo, ya está en el cielo. Así, Dios nos quiere advertir que no nos hagamos a imagen y semejanza de nadie, solo de él, a la estatura de un Varón Perfecto, Cristo (Efesios 4.13). Por lo tanto, no tenemos que mirar a los demás hermanos para parecernos a ellos, sino tomar el modelo de Cristo y seguirlo. Me gustaría para este caso encomendarme a Pablo que en el capítulo 3 de la 1ª carta a los Corintios, aclara este punto:
"1De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. 2Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, 3porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? 4Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?
5¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos? Servidores por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. 6Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. 7Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento. 8Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. 9Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.
10Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. 11Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. 12Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, 13la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. 14Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. 15Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.
16¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? 17Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es."
Siguiendo con el Mandamiento, ahora continúa prohibiendo Dios hacernos imágenes y semejanza de lo que hay abajo en la tierra.
En este punto tenemos que considerar todo aquello que está en el mundo que nos pueda alejar de Dios, siempre que lo pongamos por encima de Él en nuestra vida. Para algunos puede ser el trabajo o el dinero, para otros sus hobbies, para muchos la droga, la pornografía, etc. Pero para el Señor igual está el drogadicto que el enamorado de su trabajo, pues se están haciendo a imagen y semejanza de algo que no es Dios. Hay mucha gente que incluso escuchan la Palabra de Dios con agrado y acuden a reuniones o cultos, pero siguen enlazados por Satanás en esta idolatría. De los tales dice lo siguiente Santiago: "Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace." (Santiago 1.23-25).
Olvidémonos de lo que sembremos en este mundo, pues estas riquezas serán echadas al fuego y consumidas y para nada aprovecharán. Salomón nos lo muestra claramente: "Hay un mal doloroso que he visto debajo del sol: las riquezas guardadas por sus dueños para su mal; las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron, nada les queda en la mano. Como salió del vientre de su madre, desnudo, así vuelve, yéndose tal como vino; y nada tiene de su trabajo para llevar en su mano. Este también es un gran mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar en vano? Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho afán y dolor y miseria." (Eclesiastés 5.13-17). Busquemos la riqueza que permanece, la cual es para Gloria nuestra, pues estaremos haciéndonos un aposento celestial para vida eterna.
"Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría.... y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno" (Colosenses 3.5 y 10)
Por último, nos dice Dios que no nos hagamos imagen y semejanza en las aguas debajo de la tierra.
Estas aguas no son las aguas de los mares o la de los ríos, sino las aguas subterráneas. El hombre, para utilizar estas aguas, hace pozos. Pozos encontramos varios en las Escrituras, como el que llamó Agar, Pozo del Viviente que me Ve, cuando huía de Sarai o el pozo de Berseba, el de Belén o el pozo de Jacob. Los pozos anteriores eran pozos permitidos o establecidos con el beneplácito de Dios, pues el pueblo, cuando tenía sed, bebía de ellos. Pero el Señor Jesús hizo algo distinto a lo que hasta ahora se hacía, lo cual quiero analizarlo en la lectura del capítulo 4 de Juan:
"5Vino, pues, a una ciudad de Samaria llamada Sicar, junto a la heredad que Jacob dio a su hijo José. 6Y estaba allí el pozo de Jacob. Entonces Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.
7Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 13Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 15La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.
16Jesús le dijo: Ve, llama a tu marido, y ven acá. 17Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; 18porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad. 19Le dijo la mujer: Señor, me parece que tú eres profeta. 20Nuestros padres adoraron en este monte, y vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar. 21Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. 22Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. 23Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren. 25Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. 26Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo."
Aquí encontramos descrito todo lo que nos quiere decir el Señor sobre no hacernos a imagen y semejanza de estas aguas. Antes de nada, me gustaría aclarar, una vez leído estos versículos lo que para el Señor significan estas aguas. Como hemos visto anteriormente Dios estableció pozos, pero tras la venida del hijo, estos pozos quedan inútiles. Estos pozos no son sino las religiones, en el caso del pozo de Jacob, la religión judía, la Ley de Dios, la cual para nada nos lleva a la Salvación, no por su imperfección, sino por la nuestra.
El Señor Jesús se encuentra con una persona, con un alma, que viene a sacar agua, como cada día, como todo aquel que en su imperfección, tras arrepentirse, vuelve a caer en el pecado, a sentirse sucio. Por esta causa, tiene que volver a acudir a la religión a lavarse de nuevo, pero por más que le puedan proporcionar el mejor jabón o lejía, la mejor religión o aparentemente la mejor organizada o perfecta, esta no lo salvará: "Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo YHWH el Señor" (Jeremías 2.22). El pecado siempre permanece por lo que siempre ha de volver a sacar la misma agua. Esta alma había tenido varios maridos. Con esto el Señor nos quiere hacer ver que hay personas que se van cambiando de religiones para ver cual es la verdadera, influenciados por Satanás el cual domina su mente y, por ende, todo su ser.
Es muy interesante escudriñar Jeremías 10.1-15 viéndolo en este sentido, como no podemos dejarnos seducir por las doctrinas (Leño), por mucho oro o plata (apariencia de santidad) que las recubran, pues como dice literalmente "porque mentirosa es su obra de fundición, y no hay espíritu en ella".
Si confiamos plenamente en una religión, alimentándonos exclusivamente de sus doctrinas, nos estaremos haciendo a su imagen, conforme a su semejanza. Si, por el contrario, si acudimos a Cristo como único Salvador, comiendo de Su Cuerpo y siendo lavados nuestros pecados en Su Sangre, haciendo presente en nuestra vida Su Palabra, estaremos ofreciéndonos en matrimonio a nuestro esposo, el único y verdadero que nos ama tanto como para ofrecer Su Vida para que nosotros vivamos siempre junto a Él, en la Eternidad.
Pablo hace referencia la situación espiritual en la que nos encontrábamos antes de recibir al Señor: "Sabéis que cuando erais gentiles, se os extraviaba llevándoos, como se os llevaba, a los ídolos mudos." (1ª de Corintios 12.2). Ahora ya no somos gentiles, sino Judíos, Pueblo de Dios. Antes, cuando formábamos parte de las religiones, no podíamos gozar de una relación con Dios, era imposible, pues éstas están mudas, sus doctrinas no hablan, no se comunican con Dios. Ahora, si hemos aceptado el Camino que Cristo nos abrió a través de su carne (Hebreos 10.20), no podemos volver a esta dinámica y debemos establecer esta relación por la que ya no seremos más extranjeros sino hijos de Dios.
Él ya no nos abandonará, pero si existe la posibilidad de que nosotros le seamos infieles, por lo que Dios nos marca que para que esto no ocurra, tenemos que ser fieles en sus Mandamientos y Decretos. La Ley, la perfecta Ley de Dios, se cumple plenamente en Cristo, el único que no cayó en el pecado. Nosotros, por él, la cumplimos. Toda la Ley tiene su cumplimiento en el Mesías y nosotros si permanecemos en Él, en Su Amor, ya no habrá temor de que otro amante nos seduzca de nuevo, aunque lo intentará, tentándonos de mil y una manera.
Respecto a este última cuestión, que tiene su importancia en los tres aspectos analizados, me gustaría incluir un texto de Santiago que nos habla sobre la tentación y el pecado:
"Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte." (Santiago 1.13-15)
Establece 3 fases o estadios en la artimaña de Satanás para intentar recuperarnos:
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Tentación
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Pecado
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Muerte
La Tentación es una atracción y seducción que no es de Dios.
Se caerá en Pecado cuando a esa tentación la dejamos entrar en nuestra mente, concibiendo un proyecto que es de Satanás.
Cuando ese proyecto se lleva a efecto, se produce la muerte espiritual.
Parece que a los que hemos conocido a Dios, esto no les puede nunca suceder, pero les aseguro que Satanás es mucho más astuto que todos nosotros juntos, nos conoce mejor que nadie y sabe de nuestros puntos débiles. Por esta razón, cuando sientan la más mínima tentación o se les plantee la más mínima cuestión, primero, acudan a las Escrituras para verificar si se ajusta a la Voluntad de Dios, o a algún hermano que les ayude a verificarlo. Si esto no se ajusta al Señor, deséchenlo y repréndanlo en el nombre del Señor, aunque su mente le diga lo contrario, pues Satanás intentará de todas maneras hacernos ver que los demás están equivocados y nosotros somos los que tenemos la razón. Si ya ha habitado en nosotros ese proyecto de actuación que no es de Dios, si algún hermano viene a "lavarle los pies" en el nombre del Señor, o toda la Iglesia, no sean testarudos en su propia opinión, para que ese proyecto no llegue a cumplirse, para que Satanás no venza al Señor y volvamos a la situación anterior.
Si no hacemos caso a las advertencias del Señor, entonces nos ocurrirá lo siguiente:
"No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy YHWH tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen"
Si por el contrario hacemos presente en nuestra vida el Evangelio del Mesías, el Señor nos premiará con el galardón de la Vida Eterna:
"y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos"
En conclusión: Todo aquel que no enseñe a respetar la voluntad de Dios manifestada en sus mandamientos, sin exclusión de ninguno de ellos, es un falso profeta de Dios y como acaba este segundo mandamiento, será maldito, pues Dios lo visitará por su maldad al no amar y guardar sus mandamientos y está impidiendo que sus hijos se salven y conozcan la Misericordia concedida a los que lo aman y cumplen sus mandamientos.
Por el contrario, si seguimos al Señor y cumplimos el Mandamiento de Amor y así lo enseñamos a nuestros hijos, físicos y espirituales, estaremos ofreciéndoles el Camino de la Eternidad, el Agua de Vida que nos saciará para siempre.